miércoles, 4 de marzo de 2009

HISTORIAS VIVAS EN UN OASIS DE PAZ

Por: Daniel Ignacio.

REPORTAJE / El Callejón Cultural realizó un recorrido por el cementerio alemán, en el centro de la ciudad, donde conoció las historias de algunos ciudadanos alemanes de trascendencia para el país.

La historia de Colombia no se ha caracterizado por la alta inmigración de extranjeros y menos aún, si de alemanes se hiciera referencia. Los primeros alemanes que llegarían en la época de la colonia a territorio americano, fueron los enviados por la familia Wesler a Venezuela, por negociación con la Corona Española que debía unas cuentas a estos comerciantes y banqueros. Nicolás de Federmán sería el conquistador encargado, quien apoyaría al gobernador de Venezuela, Ambrosio Alfinger. Federmán alcanzaría a estar en la capital de la Nueva Granada de Jiménez de Quesada, pero luego viajó a España, donde no se volvería a saber de alemanes hasta finales del siglo XIX.

Leo Siegfried Kopp junto con su hermano Emily Kopp comenzarían esa nueva ola de viajeros alemanes buscando algo de aventura en el Nuevo Mundo, con la construcción de la cervecería que posteriormente se llamaría Bavaria. Sin embargo, como algunos lo habrán visitado, los restos de Leo Kopp descansan en el Cementerio Central. Kopp nació judío, fue masón y al final practicante católico, quien además por un cariño popular sería trasladado hasta este cementerio católico en el centro de Bogotá.

Pero la suerte de Kopp, no todos la tuvieron. Existía una restricción en Colombia de enterrar en los cementerios católicos a personas que no fueran católicas. Sólo existía a principio del siglo XX, aparte de los cementerios católicos, el cementerio británico que había sido construido para enterrar a los combatientes ingleses en la gesta de independencia y el cementerio presbiteriano, que cobijaba a los fallecidos seguidores de las doctrinas calvinistas.

Antes de la Primera Guerra Mundial, la colonia alemana en Bogotá sumaba a cerca de 70 inmigrantes del Imperio Austrohúngaro. En su condición de protestantes, no tuvieron alternativa más que la de buscar la gestión del cónsul alemán de la época. Anton Krauss se encargaría de la labor de hablar con el cónsul y, posteriormente, la de negociar con el pastor Milton Edsil Caldwell, para realizar la compra de los terrenos adyacentes del cementerio presbiteriano en 1912. Los estatutos del naciente cementerio alemán se formalizaron en 1914.

(FOTO 12: Este pequeño espacio corresponde al cementerio presbiteriano que hace parte del cementerio alemán)

Así comenzó la historia de este lugar que acoge a quienes su historia terminó.

El cementerio alemán está ubicado sobre la calle 26 con carrera 19 B, identificado con la palabra Friede (paz) que custodia la entrada.

(FOTO 1: Con la sencillez de la palabra Friede, paz en español, se da la bienvenida al cementerio)


En cuanto se ingresa, al costado izquierdo, entre pinos cuidadosamente podados, se conserva el cementerio presbiteriano inicial. A tan solo unos pasos en diagonal, como una primera tumba se encuentran los restos de la familia Krauss: Anton, Louise y Erwin; éste último, hijo de Anton, será recordado por sus aportes fotográficos a través de los que Colombia conoció la magnitud de las altas montañas del país.

(FOTO 2: Tumba de la familia Krauss: Anton, uno de los gestores del cementerio y Erwin, reconocido escalador, pintor y fotógrafo)

Se podría decir que en cada sepultura reposa, no solo los restos de un cuerpo, sino trozos de historia colombiana. En el recorrido se podrán encontrar en los enterramientos, nombres como el de:

Willy Schmidt Horch, técnico cervecero, fue traído por la compañía Kopp Deutsche Brauerei Bavaria, la primera cervecera del país. Ante los procesos lentos en la fabricación de la cerveza, Schmidt implementó técnicas que hicieron agilizar y optimizar los procesos de producción. Tuvo a su cargo capacitar a todos los técnicos que se dedicaron a este oficio.

(FOTO 3: El antropólogo Martín Andrade al lado de la tumba del técnico cervecero Willy Schmidt Horch)

Coronel Herbert Boy, piloto experimentado en la primera guerra mundial, llegó a Colombia en 1920 para crear la primera compañía aeronáutica del país, SCADTA (Sociedad Colombo Alemana de Transporte Aéreo), que posteriormente sería conocida como Avianca. El Coronel Herbert Boy, se convertiría en el comandante de la Fuerza Aérea en la guerra que Colombia sostuvo contra el Perú y negociador primordial para la firma de paz entre las dos naciones.

(FOTO 6: El Coronel Herbert Boy llegó a Colombia en 1920, donde fundó la primera empresa aeronáutica SCADTA, con dos hidroaviones)

Stuart Hoise, el primer tripulante de una línea aérea comercial.

Hugo Schlenker, artista plástico de gran relevancia, profesor de la Universidad Nacional, se radicó en Colombia en mitad del Siglo XX.

(FOTO 7: Tumba de Hugo Schlenker, artista plástico y profesor de la Universidad Nacional de Colombia)

Rudolf Hommes, padre del ex Ministro de Hacienda del mismo nombre. Fue traído por Francisca Radke quien había sido encomendada por el Ministerio de Educación de la época para la fundación y dirección del Instituto Pedagógico Nacional. Hommes se encargaría del fortalecimiento de la educación pública del país.

Victor Schmid, arquitecto; Karl Bucholz, librero; Olav Roots, el primer director de la Orquesta Sinfónica de Colombia; Paul Beer, uno de los fotógrafos de paisaje y arquitectura más importantes.

Con el epitafio “Nadie puede mostrar un amor más grande que cuando sacrifica su vida por sus amigos”, se erige un monumento osario en homenaje a todos los aviadores que pertenecieron a la compañía SCADTA, entre ellos, la tripulación que piloteaba el avión en el que falleció el cantautor Carlos Gardel, en 1935.

(FOTO 8: Este monumento guarda los restos de todos los aviadores de SCADTA fallecidos)


Así, cada paso que se da por las 570 tumbas y osarios distribuidos en un terreno cercano a la hectárea, si de dimensiones habláramos, conservan diversas historias que hacen parte de la historia de nuestro país.

El cementerio alemán, si en algún momento se llegó a pensar en su ampliación, ya no es punto de la agenda actual.

(FOTO 5: Esta zona verde, es el único espacio que se encuentra libre en el cementerio alemán)

Luego de haberse levantado la restricción, en la pasada década de los 50, respecto del entierro de no católicos en cementerios católicos, los alemanes protestantes pueden compartir con el resto de restos, los habituales campos santos. Sin embargo, el cementerio alemán aún tiene un espacio verde vacío esperando por los próximos alemanes de nacimiento o por sus familiares cercanos.

El antropólogo Martín Andrade, investigador de los cementerios de la ciudad para el Instituto Distrital de Patrimonio, asegura que este espacio es un oasis de paz en medio del bullicio de la ciudad… y así se siente, en una inmensa tranquilidad, donde las historias subterráneas cobran vida para hacernos recordar.

(FOTO 4: El acceso al cementerio es limitado para la comunidad alemana. Sin embargo, los administradores autorizan el ingreso siempre y cuando exista el compromiso de cuidar el lugar)

El acceso al cementerio alemán es de cierta exclusividad para la comunidad alemana, luego de varios saqueos y daños que sufrió cuando era de entrada abierta. Pero sin embargo, puedo instarlo, querido lector, a que cuando pase por el sector, contiguo al Parque Renacimiento, sobre la calle 26, lea la palabra Friede y recuerde este vasto pasado que allí reposa inmerso en esta joya que fue declarada Bien de Interés Cultural en el 2003.

Texto y fotografías por: Daniel Ignacio - interprensa@gmail.com

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